"Cuando se puede elegir, es obligado acertar."
"When you can choose, you must be right."

Consejos para lograr una autoridad positiva

Aunque la norma general siempre va a ser el sentido común, te damos algunos consejos para conseguir que te "hagan caso"

El sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con tirachinas. Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. A partir de ahí, y como la labor de educar sabemos que es ardua, te ofrecemos unas sencillas herramientas para que pongas en práctica:

PAUTAS PARA EDUCAR DE FORMA POSITIVA
Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Estos objetivos han de ser pocos, formulados y compartidos por la pareja, de tal manera que los dos se sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren tiempo de comentario, incluso, a veces, papel y lápiz para precisarlos y no olvidarlos. Además deben revisarse si sospechamos que los hemos olvidado o ya se han quedado desfasados por la edad del niño o las circunstancias familiares.
Enseñar con claridad cosas concretas. Al niño no le vale decir «sé bueno», «pórtate bien» o «come bien». Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el cuchillo, por ejemplo.
Dar tiempo de aprendizaje. Una vez hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica guiada.
Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal. Pensemos que lo que le sale mal no es por fastidiarnos, sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño, como al adulto, le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.
Dar ejemplo. Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes, al contrario, les confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.
Confiar en nuestro hijo. La confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de confianza en el hijo.
Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño tiene claro cual ha de ser su actuación, es contraproducente invertir el tiempo en discursos para convencerlo. Los sermones tienen un valor de efectividad igual a 0. Una vez que el niño ya sabe qué ha de hacer, y no lo hace, hay que actuar consecuentemente.
Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar.

 

Ahora que sí sabes cómo actuar de forma positiva, te damos unos consejos para que evites las actitudes negativas que minan la correcta educación del niño, y que resultan contraproducentes:

 

LO QUE DEBES EVITAR 
Ser permisivo. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
Ser demasiado autoritario. Es el otro extremo del mismo palo que la permisividad: intentar que el niño haga todo lo que los padres quieren anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.
Ceder después de decir no.  Una vez que os habéis decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando vayáis a decir no a los niños, pensadlo bien, porque no hay marcha atrás. Si se le ha dicho al niño que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro. En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si pensáis que el niño puede ver la televisión esa tarde, negociad con él qué programa y cuanto rato.
No actuar con coherencia. Ya hemos dicho que los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones de los padres han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal pintar en la pared, mañana, también. Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No se debe caer en la trampa de: «Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma».
Gritar. Perder los estribos. A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los que cada vez hace menos caso: Perro ladrador, poco mordedor.
No cumplir las promesas ni las amenazas. El niño aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre menos cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un jirón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.
No escuchar. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar… nunca.
Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los mejores… ¡ya!  Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondientes errores. Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, «para que el niño aprenda» se las repiten una y otra vez.

 

Eva Salguero y Laura Luna

Departamento de Orientación de Primaria

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